Décima Víctima tienen el mérito de ser una de las pocas bandas en nuestro país que han sabido estar a la vanguardia de la música alternativa a tiempo real. Donde otros llegaron tarde y mal, ellos estuvieron en el lugar y el momento adecuado para seguir la estela de Joy Division y Bauhaus sin que a nadie le temblase el pulso con las comparaciones. Así que se subieron al carro de la coldwave y el post-punk, géneros que por aquel entonces fueron apropiados por los góticos casi en exclusividad. Fue una decisión valiente, poco había en España con capacidad para que Décima Víctima se encuadrase en alguna escena. Eran ellos y ellos. Hasta tal punto era peculiar su propuesta que en el escenario Carlos Entrena cantaba apoltronado en una silla. No era para menos, la melancolía y la tristeza embriagadora de la banda requerían una puesta en escena que no divirtiera sino que lograra que el oyente se hundiera en una depresión adictiva.

No publicaron demasiado, como Joy Division, y como Joy Division su gran disco se publicó tras el fin de la banda. “Un hombre solo” condensa todo el valor de la banda, suponía la renuncia al sonido maquetero de sus grabaciones anteriores y la puesta a punto de lo que debía ser algo grande. Carlos Entrena parece estar ahora más cerca del micro y todos los nostálgicos versos que salen de su boca suenan con una definición que hasta entonces era su asignatura pendiente. Lo mismo se puede decir de los hermanos Mertanen, cuyos instrumentos, fríos y crudos, lograban generar una atmósfera densa capaz de llegar hasta la asfixia. Al fin y al cabo, ese era el mejor marco –o el peor, según se mire- para dar rienda suelta al tormento, no el suyo, sino el del oyente, con quien Entrena no parece mostrar empatía alguna, su voz se mantiene firme y distante a la narración. Va por ti, chaval. Porque Entrena no habla de su soledad, sino de tu soledad, y no es su mierda de vida la que debería preocuparte, sino la tuya.

Sobre estos cimientos se desarrolla un disco no apto para suicidas, porque mientras “Sobre otra ruta” es la despedida y el desencanto, “Tierra negra” continúa siendo válida para escarbar con saña en la herida del español medio, “Desarmado” oprime y aflige en un decorado tenebroso (“Alta y fría/ surge la ventana/ ve filtrar la luz que permite el alba/ Vuelve el recuerdo del horizonte/ y ahoga el frío con la almohada”). Y mención aparte merece “Un hombre solo”, cuya letra supera en crudeza y siniestralidad (sí, va con doble sentido) a la música, reflejando las miserias de la condición humana con una sencillez y genialidad al alcance de pocos. Se acaba el disco y te quedas con mal cuerpo. Y de eso se trataba.