Debe tomarse conciencia de lo impresionante del caso. Que un género que ha envejecido tan mal como el rock progresivo mantenga algunas canciones tan vigentes y con tanto brillo como “Simpathy” es digno de estudio. Por supuesto que parte de la explicación es que no se trataba de un tema de rock progresivo al uso, argumento necesario, pero no suficiente. Su debut, de título homónimo, para empezar no contaba con guitarrista, algo que en ningún momento impidió encuadrarlos en un género que acuñaba el término rock. Un disco de mínimos con las máximas aspiraciones. En este sentido, la voz de Steve Gould se multiplicaba y lograba texturas diferenciadas, blancas y negras, rock inglés y soul del Mississippi.
Pero aun con todo esto, “Simpahty” entrañaba un mayor diferencial, su carácter opresor, con ese hammond de cementerio y esa batería de aporreamiento lento y angustioso lograban un efecto seductor y a la vez siniestro, una sensación que las letras ni por asomo alejaban. Claras pero a la vez enigmáticas, una crítica a la desigualdad que parece reconvertida en algo personal, el símil del hambre en el mundo con el amor, el esfuerzo por tratar de garantizar al menos la simpatía en un mundo malvado e insalvable. Esto no es un himno a la pérdida de toda esperanza, es un cántico dirigido a cómo sobrellevarla, lo que pasa es que es una idea tan opresiva como su música.