Un diálogo de lo más edificante, oigan. La rumba entrando en choque frontal con los ritmos afrocubanos, el Big Bang de las culturas, una fiesta Benetton de extrarradio. No hay suficientes colores ni bastantes manos para igualar esto. Un tributo a las raíces gitanas por vía de la fusión. Una coctelera imprevisible que tiende puentes a ambos lados del Atlántico, puro ritmo afrocubano para dar cobertura al sabor más mediterráneo. Peret se sacó de la mano una de las mejores rarezas que he escuchado nunca, virando hacía el groove más puro a golpe de ritmos latinos nos dejó su joya menos autóctona. Y justamente fue aquí donde decidió cantar en caló, tal vez por miedo a perder demasiado la orientación, o tal vez porque sí, sin más.

El bajo inicial avisa que esto no tiene nada que ver con el guion habitual de ventilador y voz, que Peret enfocó el catalejo a Cuba y se le fue el punto de mira a San Francisco y a la frontera con México. Siguió buscando la isla y pasó por toda Sudamérica y finalmente llegó y decidió que se quedaba con todo lo aprendido, y le aportó un puñado de sus raíces por si había pocos ingredientes. El resultado es un crescendo en clave gipsy soul nunca visto, lo más parecido a esto tal vez sea el “Acid” de Ray Barreto, del que hablamos hace poco. Y aun así ambos toman una distancia estilística notable. Lo que cuenta es que te vas a mover, te comprarás una corbata y te la pondrás en la cabeza.