En la música, un hombre de palabra es lo más cercano a un hombre de acción. Y vaya si era el caso de Linton Kwesi Johnson. Las verdades (por lo menos sus verdades) eran hostias a discreción, y habían para todo el mundo. Margaret Thatcher, a quién la música debe más que a Brian Wilson, puso como casi siempre el caldo de cultivo. Linton, quien había llegado a Inglaterra procedente de Jamaica a los 11 años, se encontró con una fuerte segregación de la comunidad negra y fue donde puso el punto de mira en el que apuñalar con su verbo afilado por los dos costados. Hubo para los fascistas, pero no se trataba de una canción protesta sino de una declaración de guerra. Justo ahí es donde se enmarca “Fite Dem Back”, un himno de armas, claro y conciso como una patada en los huevos. “Vamos a romperles la cabeza, porque no tienen nada en ella”, decía. Hoy supongo que esto sería apología de la violencia.
El problema ya viene cuando el círculo de amigos se reduce, su cruzada contra el rastafarismo parecía dejarle en una situación comprometida. En realidad tenía sentido, no dejaba de ser un jefe de la guerra y un amante del empirismo al frente de un ejército de “evadidos de la realidad” según su visión. El resultado: un jamaicano, cantante de dub, antirastafari, poeta y belicista, de discurso más social que político (de hecho estudió sociología, y aun así perdón por la asociación fácil).
Con todos estos elementos en contra reinventó el género, consolidó el poetry dub, una suerte de spoken Word en clave dub que introducía frágiles elementos de jazz con facilidad que contrastaban deliciosamente con la fuerza de su dicción y la agresividad del mensaje. Porque la guitarra de Woody Guthrie no es lo único que mata fascistas.