Por supuesto que estamos de acuerdo en que lo más relevante en la carrera de Alan vega vino con el debut de Suicide. Aun así, un mérito mayúsculo no debería desmerecer nunca a otros méritos menores como ha sido en general la obra en solitario de Alan Vega. Más que separarse, Suicide se partió por la mitad. Mientras Martin Rev se dedicó a explotar la vena vanguardista y puramente electrónica, Vega se llevó consigo algunos de los atributos de la entonces incomprendida banda. Si Suicide despedazaban el rockabilly con un estilo tan urgente como minimalista, Vega siguió explotando esa misma via para darle nuevos matices. Partía esencialmente de temas tan meridianamente claros en sus referencias como “Johnny” para darles una nueva orientación y una ejecución más orgánica.

Mientras Suicide desbordaba vanguardismo por los cuatro costados, su álbum de debut era en esencia un enfrentamiento directo entre pasado y futuro de la música popular. En «Jukebox Babe» los acordes y ritmos de mitades de siglo chocaban frontalmente con las cajas de ritmo con resultados realmente particulares al tiempo que sus entonaciones vocales parecen esconder una imitación con cierta retranca. Divertido y serio, disfrutable e innovador. Fue uno de sus momentos cumbre, pues en Collision Drive (1981) el revisionismo era demasiado evidente y en “Saturn Drive”, aunque sea todavía hoy un álbum muy recomendable que incluye hitazos, no dejaba de ser una vuelta a las esencias.